viernes, 23 de marzo de 2007

LA VIDA SEGÚN LOS SALMISTAS

LA VIDA SEGÚN LOS SALMISTAS
Investigación documental hecha por Balbier Martínez Méndez
bmatinezmendez@yahoo.es
www.bmartinezmendez.blogspot.com/

INTRODUCCIÓN.
La vida forma parte de lo que se entiende por “vida”, la idea de actividad. La vida es todo lo que se mueve [(69:34) (todas las citas se refieren a los Salmos, excepto cuando se indique lo contrario)]. En contraste con el estado latente o inerte de la vida. El agua que corre es “agua viva” o sea que tiene vida (1:3), y el alumbramiento rápido del bebé indica grado de vida de la madre (Ex. 1:19). La frecuente forma plural del término pone de manifiesto la intensidad de este concepto. La vida se relaciona con la luz –el Señor Jesucristo es luz y es vida-, la alegría, la plenitud, el orden y el desplegar actividad (27:1) y se la contrasta con las tinieblas, el dolor, el vacío, el caos y el silencio que son características de la muerte y lo inanimado (Douglas, p. 1413).
En este documento se estudia la vida en los Salmos. Así como se estudia la vida, también es importante estudiar la muerte, en otro documento se estudia este otro tema. La vida del hombre es de suma importancia para Dios, pues él mismo dio su vida en la persona del Señor Jesucristo para salvar la vida de los hombres. En los Salmos se habla de la vida del hombre, tanto del incrédulo, como del que es hijo de Dios; y aun se habla de la vida animal como de la vida vegetal. También a los astros se le concede “vida”, pues ellos también “hablan”. Se estará tocando diferentes puntos de vista respecto a la vida en los Salmos, los salmistas toman como de mucha importancia este tema. Pero antes, como introducción, es necesario dar algunos detalles, aunque sea en forma general, de la vida.
Tres vocablos hebreos determinan el concepto de la vida. Khayyin, Tiene un sentido de movimiento o acción. La vida es un poder que se da a conocer en forma dinámica con el movimiento, la vida no es estática, es dinámica (69:34; 143:3). También es una manifestación de la luz y la alegría, en contraste con las tinieblas, la tristeza y el caos que caracteriza a lo inanimado (27:1; 135:17). Nefes, su raíz es “respirar” o “soplar” (Gn. 2:7). A menudo se traduce “alma” en el sentido amplio de lo que vive y se mueve. Desde el punto el vista ritualístico del A.T., esta vida radica en la sangre (Lv. 12:11). Ruja, Es igual en significado a los términos anteriores. Significa “espíritu” como principio que distingue a la vida de la muerte. Es el espíritu vivificador.
La vida en el A.T. tiene significados y referencias concretas; no se da como una noción abstracta. Nunca se habla de la vida del hombre en forma teórica, sino existencialmente en medio de situaciones particulares. Por ejemplo, no existe en el A.T. referencias independientes a la vida física, intelectual o espiritual; los autores parten del concepto de que la vida del hombre es un todo. La vida es una unidad que no puede ser dividida. Cada parte del cuerpo tiene una función total, tanto física como espiritual. Por otro lado, el A.T. da a entender que la vida no es la mera existencia. Al contrario, le da un sentido de plenitud e intensidad vital; considera la vida como un don supremo que es signo de felicidad. El que tiene felicidad siente la realidad de la vida (Nelson, p. 692).
La idea central de vida en el A.T. es que Dios es su fuente única. Aunque la creación entera goza en cierto grado del don de la vida, el hombre es en particular su beneficiario. Pero el hombre no puede vivir sólo de su pan sino de palabra de Dios. La plenitud de la vida del hombre depende de la actitud que asume hacia el significado de esta palabra, de su obediencia o desobediencia al mandato de Dios en cuanto al mensaje de salvación que se encuentra en la Biblia.

I. LA VIDA EN GENERAL DEL HOMBRE.
Jehová es el origen de toda la vida. Nadie tiene vida en sí mismo “El nos hizo, nos nosotros a nosotros mismo”; los escritores de los salmos sabían perfectamente que su vida dependía de Dios, está en las manos de Jehová. A diferencia de lo que sucedía en los pueblos que rodeaban a Israel, la vida que Dios comunica no es, en primera línea, plenitud natural de vida y vegetación de la que emanan las fuerzas de Dios. Por el contrario, trascendiendo los ritmos de las estaciones del año, se ha puesto de manifiesto en la historia del pueblo de Israel y en la creación, que no se tambalea y oscila, que manifiesta sus efectos como poder de bendición. El Dios de la vida se llama Yahvé. Su nombre es inconfundible. Dios es vida por eso da vida (Kraus, Teología de los Salmos, p. 220).
La persona tiene una participación en la vida. Jehová sacia los días del hombre. De esta manera Dios es el que muestra su bondad a todo el mundo, es el que sostiene la vida. Abre su mano y sacia todo lo que vive con acción bondadosa. La mano que Dios da pone de manifiesto una acción personal. Con la vida que da, va el precioso prestigio de su persona, el peso de su manifestación. Cada disminución de la vida es una total puesta en entredicho de la vida, por consiguiente, de la fama del hombre. El pobre, quien ve su vida amenazada, no tiene otra solución, sino pedir que Jehová se apiade de él, obre bien en él, de manera que reviva y exclame “danos vida” (Ibid., p. 221). La larga vida se pedirá como un don precioso y bendición maravillosa de Jehová, este es el bien supremo de Dios. Precisamente en los Salmos se pide larga vida para alabar toda la vida a Jehová (34:2). Y la obediencia a los padres trae larga vida, “que es el primer mandamiento con promesa”.
El salmista medita sobre la fragilidad de la vida humana y ruega a Dios que le instruya acerca de ello (39:4-6). En este contexto, su gran temor, la base de la sobrecogedora ansiedad, era el de la muerte repentina que llegaba sin advertencia sobre el que no había estado preparado para su fin ni que sabía cuál era la medida de sus días. No había defensa contra una muerte así, pues expresaba lo que Dios había determinado con anticipación como amplitud de su vida, un tiempo corto, realmente una nada comparado con la eternidad de Dios mismo. Pero si él estaba indefenso a causa de la irresistible muerte, es dudoso que estuviera indefenso a causa de su propia naturaleza humana. El hombre es de fragilidad innata y aun en asuntos de negocios y de la parte que le corresponde de sus propios recursos, no puede penetrar en el futuro como para que se adapte a sus deseos. No puede lograr una armadura contra la muerte (Motyer, “Salmos, en Nuevo Comentario Bíblico, p. 360).
La vida del hombre es corta (89:48; 103:14-16), así lo ha hecho Dios y eso lo sabe el hombre. No es extraño que al final de 39:5 exista una pausa (selah), pues bien merece la pena pararse a reflexionar sobre una verdad tan tremenda. Como prueba de la vanidad de la vida, el salmista menciona tres cosas.
La vanidad de nuestros goces y de nuestros honores, pues incluso cuanto más majestoso pueda parecer a la vista de los hombres, no es más que “como una sombra que pasa”, un vano alarde.
La vanidad de nuestras penas y de nuestros temores, pues “en vano se afana”, es decir, actúa apresurada y estrepitosamente, tanto por afán de conseguir lo que él desea como por escapar de lo que teme, siendo frecuentemente sus temores fruto únicamente de su fantasía, y por ende, pura vanidad.
La vanidad de sus preocupaciones y fatigas “amontona riquezas y no sabe quién las disfrutará”. Cuán gráfica y persuasivamente expresó esto el Señor Jesús en la parábola del rico necio, que se afanó por las riquezas sin saber lo corto de su vida (Lc. 12:16-21). Las riquezas son como el fiemo o estiércol que se emplea para abonar los campos, si se amontona, apesta; pero si se distribuye, sirve para fertilizar la tierra a fin de que dé buena cosecha lo sembrado.
En este aspecto el salmista ve la vida como algo pasajero, de pronto el hombre ya no es más. Pero también en Eclesiastés la vida es vista de la misma manera. Desde el punto de vista humano, el hombre nace y muere; desde el punto de vista bíblico, se encuentra otra vida después de esta que se tiene hoy. La muerte no es el fin de la vida, es el principio de otra, para condenación eterna o gloria eterna. En esta vida todo acaba cuando el hombre muere, no es así con lo espiritual; después de la muerte física el hombre se ha de enfrentar a la eternidad.
El salmista se daba cuenta de que sus días eran cortos (102:11), también que por encima de todo está la eternidad de Dios. “Las sombras se alargan al atardecer, cuando el sol está a punto de ponerse. El salmista se da cuenta de que su vida pronto va a ser devorada por la oscuridad de la muerte” (Henry, Comentario Exegético-Devocional de toda la Biblia, Tomo I, p. 362).
Aun Moisés se quejó de la fragilidad de la vida ((90:1-11). El término “hombre” indica la fragilidad del ser humano. Los creyentes en el Señor Jesucristo han de ser consolados con el pensamiento de que, aunque sus cuerpos hayan de ir nuevamente al polvo, resucitarán después en gloria para nunca más morir. Pero también el salmista acepta que la sentencia del fin de la vida es justa, pues el pecado ha caído sobre el hombre; no hubiera pasado los mismo si el hombre no hubiera desobedecido la voluntad de Dios.

II. LA VIDA DEL HOMBRE ANTES DE QUE ÉSTE NAZCA.
La respuesta a la pregunta ¿Quién soy yo? se encuentra en la Biblia, porque Dios conoce la vida del hombre antes de que éste llegue a ver la luz del día. Para los intelectuales la respuesta a esta pregunta tiene un significado secundario, pues “nosotros somos unos mortales viviendo en un oscuro planeta localizado en una galaxia de segunda categoría entre billones de otras galaxias” (Stedman, Salmos de Esperanza y Fe, p. 265). Esto hace sentir a los hombres como seres sin algún significado; se nota el contraste que hay con el punto de vista bíblico acerca del hombre, y sobre todo en lo que respecta a la relación del hombre con Dios.
A. Dios es el creador del hombre.
En el Salmo 100, Dios hace un reclamo de poseer a su pueblo. En el v. 3, él claramente enfatiza que el hombre es su creación; Dios dio vida al hombre, él lo creó. A través de Abraham el pueblo de Israel fue elegido como pueblo de Dios, y en consecuencia, esta elección pasó a ser una herencia espiritual para la iglesia del Señor Jesucristo quien ahora viene a ser pueblo elegido de Dios por la fe puesta en el Hijo de Dios, nuestro Redentor y Señor para tener una relación íntima con nuestro Creador. Pero no sólo esto, sino que cada cristiano fue elegido y es sustentado por Dios cada día con lo material y sobre todo, con espiritual; como Pastor él preside y guía a sus ovejas (23:1). La vida del hombre, por lo tanto, está en las manos de Dios porque Dios es su Creador; y no sólo esto, sino que Dios se preocupa por relación con el hombre mismo, pues constantemente lo está buscando con su infinita misericordia.
B. Dios escudriña al hombre.
Sin el autoexamen de la vida, no tiene caso vivirla; esto lo entendía el salmista. Sin embargo pensaba que el análisis humano no es suficiente. El va más allá del escrutinio finito, va a la esfera donde Dios investiga y evalúa. Este salmo se puede relacionar con algún pasaje de Job y del Eclesiastés, y aun de Proverbios al saber sobre el conocimiento y la trascendencia de Dios (Wood, Salmos; Cantos de Vida, p. 132).
C. Dios conoce la vida presente del hombre.
En Salmos 139:1-18 el escritor sagrado comprende y acepta que toda su vida está en las manos de Dios, y que él lo conoce tal como es.
1. La omnisciencia de Dios.
El salmista sabe que Dios conoce su vida en los más profundo de su ser (vv. 1-6), él podría decir “tú me profundizas”. Todo el pensamiento de los vv. 1 y 2 podría quedar así: “Señor, tú me comprendes y conoces mi vida consciente. Sabes cuando me siento (mi vida pasiva) y cuando me levanto (mi vida activa). Si descanso o actúo, tú siempre lo sabes, pero además conoces mi subconsciente, ese nivel de la vida de donde surgen mis pensamientos. Tú los comprendes incluso antes de que salgan a la superficie. Tú sabes cómo pienso y lo que pienso; incluso entiendes los pensamientos que vienen a mi mente en constante corriente” (Stedman, Ibíd., p. 266). Dios lo sabe y conoce todo; no sólo conoce las palabras por adelantado, sino lo que éstas significan. Es imposible conocer los pensamientos de Dios, pero él sí conoce al hombre a la perfección.
2. La omnipresencia de Dios.
Muchas veces el creyente, cuando es tentado a pecar en contra de Dios, en lo primero que piensa es en esconderse de los hermanos de la iglesia; jamás piensa en que si Dios lo mirará. Sin embargo el salmista en los primero que piensa es en la realidad de Dios. Ante la grandeza de Dios se daba cuenta que era completamente imposible escapara de la presencia divina, aunque lo deseara. No es que Dios sea estático, como los panteístas piensan, que todo es Dios y que por eso está en todas partes. Esto tiene que ver con un encuentro personal con Dios. Dios encuentra a sus hijos, viene a su lado para redargüirlos de su pecado; Dios no está lejos del hombre, está a su lado en el momento preciso. La presencia de Dios no debe causar en el cristiano temor, por eso el salmista dice que ninguna distancia lo puede separar de la presencia del Señor. No hay velo que pueda ocultar al hombre de la presencia de Dios; las cortinas de la noche no pueden defender de las alas del alba (Henry, Ibíd., p. 475). Para el Dios, que es luz, no hay oscuridad impenetrable en su mirada. Y, así como no hay tinieblas que encubran de él, tampoco hay máscara de hipocresía, por muy elaborado que se el disimulo, que sea impenetrable al escrutinio de Dios.
3. La corona de la creación de Dios.
El hombre es creación más sublime de Dios, esto bien lo sabía el salmista (vv. 13-16). Cuando el salmista escapó en su intento de escapar de Dios, optó por el curso opuesto y se volvió a él en forma callada, personal, a través de la creación. Al meditar con temor santo y estar expuesto al proceso creativo que le dio vida, se acercó más a Dios. Su razonamiento fue que Dios le conocía perfectamente, puesto que ordenó el inicio de su vida y previó su futuro. El término hebreo que se traduce “formaste” significa “fundar” o “crear”. Dios creó la vida del salmista porque solamente él tiene ese poder creador (Word, Ibíd., p. 136).
La palabra “entretejido” describe el bordado delicado del cuerpo, las cosas que lo unen para que un órgano soporte a otro; todos los órganos están maravillosamente entretejidos. La palabra “embrión” literalmente es “sustancia entretejida”, lo cual ilustra muy bien elemento. Hoy día las personas se hacen preguntas sobre cuándo empieza una vida, cuándo un embrión se convierte en un ser humano, cuándo un aborto es un crimen. La respuesta la tiene Dios en boca del salmista “Tus ojos me vieron, no como colocación impersonal de células, pero sí en mi estado embrionario” (Stedman, Ibíd., p. 272). Dios conoció al salmista antes que éste naciera; la vida es conocida por Dios en su totalidad, y Dios es la fuente de la vida.

III. LA VIDA DEL SALMISTA.
De los autores de los salmos se ha tomado a David para conocer algo de su vida, la cual puede representar a cualquiera de los escritores de este libro de la Biblia. Sin lugar a dudas, Dios enseña en Salmos, a comprender más la vida terrenal. En Salmos la vida es presentada de una manera práctica con respecto a la comunión que se debe tener con Dios. Los salmistas tomaban la vida como una bendición de Dios, su largura de días era una prueba evidente de que eran aceptados por Dios, era una prueba de bendición de parte de Dios. Pero también se presenta la confesión por el pecado y en consecuencia, el arrepentimiento como muestra de que su vida debía estar acorde con la voluntad de Dios a pesar de los pecados cometidos; tal es la vida de David.
A. Su lugar.
David es una de las figuras más prominentes del mundo y ciertamente de los personajes de la Biblia; él es el más famoso antepasado del Señor Jesucristo. El Señor Jesús no es llamado el hijo de Abraham o el hijo de Jacob, sino hijo de David. El Señor Jesús hizo referencia a David en sus disertaciones, y aun lo citó como el autor de un salmo. La vida de David es clave en el libro de los Salmos, pues a través de su vida se puede comprender algo de cómo era la vida de los salmistas.
B. Su carácter.
David fue una mezcla del bien y del mal. Su vida estuvo llena de hechos nobles, aspiraciones altas, y grandes logros; sin embargo también estuvo manchada de pecados terribles. Ningún personaje de la Biblia ilustra más plenamente la escala moral de la naturaleza humana. Es muy difícil concebir que el hombre que escribió el salmo 23, pudo hacer lo que David hizo al pobre de Urías eteo. Pero el espíritu de la época en que el vivió tiene que se tomado en cuenta, y las tentaciones relacionadas con un poder casi ilimitado.
El carácter prevaleciente en los salmistas también se puede notar en las oraciones imprecatorias de David y de todos los salmistas en lo general; dichas imprecaciones no fueron consumadas por ellos en forma práctica. Si los escritores de los salmos hubieran tenido la oportunidad de torturar a sus enemigos, no lo habrían hecho; ellos eran celosos del temor de Jehová, no querían que los impíos ofendieran a Dios, por eso hacían oraciones pidiendo castigo para ellos. En este aspecto el carácter de los salmistas es muy duro, sin embargo el mismo David tuvo la oportunidad de matar a su peor enemigo, Saúl, y no lo hizo; le dejó la venganza a Jehová. Se debe recordar también que los salmos se formaron bajo el régimen de la antigua ley, cuando el Señor Jesús aun no había revelado que el mandamiento de amar al prójimo incluye también el amor al enemigo. Además, los salmos provienen de una época en la que todavía eran insuficientes y rudimentarias las ideas sobre la vida eterna (6:5); las buenas o malas acciones eran recompensadas en la vida presente, y el malvado debía recibir su castigo aquí abajo y lo antes posible, a fin de que se pusiera de manifiesto que hay un Dios que paga al mundo según sus obras, y que lo juzga (58:11).
C. Su deleite era observar la naturaleza.
En el salmo 8 David expresa su admiración al observar la gloria de Dios en la naturaleza. Es posible que este salmo lo haya compuesto en sus primeros años de su vida como pastorcillo, solo en la noche, con sus ovejas, en los cerros de Judea y bajo los cielos estrellados. Es que el salmista está muy impresionado con la naturaleza y el ser de Dios. Este salmo plasma lo que ha descubierto sobre Dios, lo cual le inspira y atemoriza al mismo tiempo. Sólo lo puede expresar con estas hermosas palabras: “Cuán glorioso es tu nombre sobre toda la tierra”.
La vida de los salmistas fue una vida normal, como la de cualquier hijo de Dios. Tenían pecados en su vida pero también se daban cuenta de ello y lo confesaban a Dios a Dios a fin de que su relación su relación con él fuera restablecida.

IV. LA VIDA DEL JUSTO.
El salmo 1, el poema de los dos caminos de la vida, sirve como un prefacio ideal a toda la colección de cánticos hebreos. El salmista ve la vida del justo y la del impío, y expresa verdades que pueden referirse a cualquier persona y en cualquier época.
En el v. 2 el salmista describe al justo con dos cualidades positivas, en al ley de Jehová está su delicia, y, en su ley medita de día y de noche. La Ley tiene connotaciones en la actualidad que van desde el Pentateuco hasta toda la revelación escrita de la voluntad de Dios. Para el salmista el justo es uno que tiene la ley como una guía que le produce gozo, no la ve como una carga fastidiosa y molesta. La vida justa produce resultados positivos. La vida del justo prospera en todo lo que se proponga; se mueve hacia delante y hacia arriba, de victoria en victoria (Word, Ibíd., p. 9).
La vida del justo depende de la ley de Dios de día y de noche, y siempre que la necesite. No trata de movilizar sus recursos humanos o de encontrar el ánimo de los de afuera y así depender de las circunstancias externas para encontrar paz y reposo, sino que aprende a depender solamente de la potencia de Dios. Este es el secreto de la vida cristiana. Esta es la única forma como se aprende a no ser egoísta, a ser obedientes y a estar contentos en todas las circunstancias (Stedman, Ibíd., p. 16).
Hay la polémica acerca del sufrimiento del justo y la prosperidad del impío. La condición de los justos, incluso en esta vida, es, en todo y por todo, mejor y más deseable que la de los malvados; en verdad lo poco del justo vale más que las muchas riquezas del impío (Pr. 15:16, 17; Sal. 37:16), porque vienen de mejor mano, de la mano de un amor especial, del amor de Dios. El salmista ve la vida del justo en problemas, en peores condiciones materiales que la del impío, pero aun así exclama: “los que esperan en Jehová heredarán la tierra” (37:9; Mt. 55:5). Heredar la tierra implica disfrutar de las bendiciones incluidas en el pacto. Arcona comenta: “Este principio aplicable al orden personal, familiar, social, nacional e internacional, pudiera ser aquí un vislumbre de una futura época mesiánica” (Henry, Ibíd., p. 135).
El salmista observó la vida del justo y meditó en su condición de pobreza material. Sin embargo reaccionó a tiempo para no proferir palabras audibles; frenó su lengua para no hablar como los otros (73:15), viendo que de lo contrario, daría mal ejemplo a quienes lo estimaban como hombre de excelente reputación, y por ende, su mal ejemplo habría causado enorme daño a la fe de sus prójimos. Hoy, como en los Salmos, la pobreza material de los justos existe, la vida de ellos parece que estuviera olvidada de Dios; por eso es fácil caer en la tentación de la crítica, la cual acarrearía mal testimonio para muchos ministros como pastores.
Los justos son los que esperan en Jehová; Dios ya tiene su lugar para ellos preparado en el cielo, un lugar honorable en lugar de la humillación, la cual hoy sufren por parte de los impíos (73:24). Pero aquí en la tierra las circunstancias actuales de la vida del justo están en las manos de Dios, el Dios de los justos. Hoy existe, como antes, esperanza para los justos, quienes encuentran en Dios su reposo; escasamente se puede encontrar en el libro de los Salmos otro versículo que exprese los sentimientos devotos de un alma hacia Dios que el expresado en este pasaje, 73:25.

V. LA VIDA DEL IMPÍO.
En Salmos la vida del impío no es prosperidad. Aun el salmista se quejaba por el motivo aparente de felicidad de los hombres que no temen a Dios. Los Salmos 37 y 73 presentan un cuadro de la admiración del salmista por la prosperidad del impío. Este tema también es tratado en Job, Proverbios y Eclesiastés. Pero si se mira hacia delante, con los ojos de la fe, no se hallarán motivos para envidiar la prosperidad de los malvados, pues su ruina ya está declarada. Florecen, sí, pero como la hierva, de la cual nadie tiene envidia, pues pronto se marchitarán. La prosperidad material es algo que se desvanece rápidamente.
Existe la admonición de no envidiar la prosperidad de los impíos, no sea que se caiga en la tentación de seguir el mismo camino de ellos para hacerse rico, o a incurrir en medios violentos para quitarles lo que tienen. No hay razón para envidiar a los impíos ricos que prosperan y acumulan riquezas, porque ellos serán destruidos por su misma avaricia, sus maquinaciones ser volverán contra ellos mismos, pues terminarán en el fracaso y en el olvido. Es orgulloso en insolente pero Dios lo contempla con desprecio, pues ve sus intentos que van a quedar fallidos (Lc. 12:20). El impío tiene sus días de felicidad en este mundo, nadie lo duda, pero su vida está disfrazada de alegría, además Dios ya tiene determinado el día de juicio para los que se oponen a la verdad divina; Dios se volverá contra él en un día que no lo espera (Henry, Ibíd., p. 135). Hay un gran contraste en la retribución: en tanto que los malos están ahora constantemente al acecho para atrapar al justo; en el futuro el justo tendrá la ocasión de contemplar el final del impío, el cual es retribución. Se ve por fin la miseria de los malvados y su destrucción por mucho que hayan prosperado por algunos años en la tierra.
El salmista previó la ruina de los impíos. Al principio le resultó muy difícil desenredar el hilo de sus pensamientos; no aceptaba dar con la solución al problema que la felicidad de los impíos le presentaba. Su razón no le alcanzaba para tanto. Hasta que estuvo en la casa de Dios, reaccionó y comprendió, por fin, que los impíos eran dignos de lástima, más que de envidia, pues estaban atesorando ira para el día de la ira (Ro. 2:5). La prosperidad en la vida de los impíos es corta e insegura. Los lugares altos en que Dios les permite estar resultan en precipicios y deslizaderos hacia una completa ruina. Esta ruina es segura, grande, rápida, repentina, total y definitiva (73:18, 19). Dios evalúa la vida de los ricos como sombra sin realidad verdadera; lejos de ser envidiados deben tenérseles conmiseración, pues ellos nada tienen de consistencia y pasarán rápidamente.

VI. LA VIDA EN LA CONGREGACIÓN.
El servicio cúltico en el templo de Dios era toda una vida para el salmista. Dios no está limitado a cuatro paredes; además a Dios se le debe adorar en espíritu y en verdad.
Era un momento sumamente importante cuando el salmista iba a la casa de Dios; él se alegraba porque iba a reunirse son sus hermanos, y aun con los que lo acompañaban. En los Salmos se encuentran grandes razones por las cuales se debe asistir a los cultos de la iglesia. Esto no lo puede comprender el hombre en general, pero para el hebreo el templo de Dios era un lugar de gran deleite para su vida; es lo mismo que debe sentir cada cristiano por el templo en la actualidad (Francisco, Introducción al A.T., p. 285).
El salmista deseaba ardientemente estar en la casa de Dios (27:4). Hay muchos que no aguantan ni tan siquiera dos horas los domingos en el templo en comunión con los hermanos; pero también hay los que desean ardientemente que llegue el domingo para estar en el templo alabando a Dios en comunión con los hermanos. El salmista quería estar toda su vida alabando a Dios en el templo.

CONCLUSIÓN.
La vida está bajo el poder de Dios (39:6); la vida empieza pero no se acaba, porque hay una eternidad, según lo ha determinado Dios. El hombre que tiene a Dios como su Dios tendrá una larga vida en su presencia, una vida en gloria eterna. Pero también está el contraste con el impío, su fin será el castigo eterno. La vida del hombre se pasa volando, de pronto el presente ya no existe, pues el ayer pasó; pero esto no es todo, porque Dios ha decidido que todo hombre se presente delante de Dios para entregarle cuentas de sus actos en la tierra. Por esto es importante que el hombre aprenda a vivir bien la vida. En los Salmos se encuentran directrices definidas en cuanto a nuestra relación con Dios; él quiere que cada hombre se deleite en su persona para que realmente goce de la vida terrenal, y después de la celestial.
El hombre tiene que reconocer que sus días están constados; tiene que saber acerca del fin de sus días (39:5). Hoy es tiempo de examinarse a conciencia como lo hacía el salmista, que el deleite de cada hijo de Dios sea gozarse diariamente en el cumplimiento de la ley divina, en quien está el verdadero motivo de vivir.

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